“En física, la representación de mujeres no llega al 30%”

 

pilar lópez sancho

La física Pilar López Sancho preside la Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC / Daniel Duch

 

Cuando finalizó el bachillerato, hace ya varias décadas, Pilar López Sancho se decantó por la física, un área donde la presencia de mujeres era y es escasa. Desde entonces esta investigadora del CSIC ha trabajado en Física del Estado Sólido, una actividad que compagina con la presidencia de la Comisión de Mujeres y Ciencia (CMYC). A través de informes sobre la distribución por sexo del personal del CSIC, la CMYC ha evidenciado que el techo de cristal persiste. La evolución en las últimas décadas ha sido positiva porque ha aumentado el número de investigadoras, pero su proporción disminuye a medida que se asciende en la carrera científica. Según datos de 2015, del total de profesores de investigación, la categoría superior en el CSIC, apenas un 25% son mujeres. Para López Sancho, esta situación no se debe únicamente a las dificultades de conciliación que afectan a las investigadoras, “también hay un sesgo de género a la hora de evaluar los méritos y promocionar al personal investigador”. La CMYC trabaja para visibilizar ese problema, fomentar la igualdad de oportunidades y, en definitiva, incorporar la perspectiva de género en el quehacer científico.

Antes de centrarnos en la Comisión de Mujeres y Ciencia (CMYC), comencemos a hablar de tu área de investigación.

Trabajo en Teoría de la Materia Condensada, una parte de la física que estudia todo lo relacionado con el estado sólido, los metales, los semiconductores... Hacemos modelos que puedan explicar el comportamiento que tienen los electrones en esos materiales. Empecé estudiando física de superficies y poco a poco me fui pasando a los sistemas de baja dimensionalidad, que desde que se aisló el grafeno están en la cresta de la ola. Al ser bidimensionales, de una sola capa atómica, en ellos las interacciones son mucho más fuertes y la física que se produce es distinta a la de un trozo de metal de tres dimensiones. Imagina a un grupo de personas en un piso muy grande, donde prácticamente no interaccionan unas con otras; si las metes en una habitación muy pequeña, cada una verá los movimientos de la otra y se verá afectada por ellos, algo parecido sucede con los electrones en estos elementos.

¿Qué tipo de aplicaciones tienen estas investigaciones?

Desde que se aisló el grafeno se ha descubierto que estos materiales tienen propiedades con gran potencial para su aplicación en medicina y en computación cuántica. Hoy este campo tiene mucha importancia desde el punto de vista de la física teórica, porque están apareciendo conceptos que hay que explicar, y también desde las aplicaciones.

Desarrollas tu actividad investigadora en un área, la física, en el que la presencia de mujeres es muy escasa en comparación con otros ámbitos.

Sí, dentro de las ciencias experimentales, la física es la que menos presencia de mujeres tiene. Eso se observa en la distribución por áreas en el CSIC, pero también sucede en las universidades. En España la física se compara con las ingenierías, donde la representación de mujeres es la más baja, no llega al 30%. En matemáticas, química o biología la presencia femenina está ya en torno al 50%.

¿Cuáles serían las causas de esa infrarrepresentación?

Hay muchas teorías...Tradicionalmente la física ha sido una ciencia muy relacionada con los secretos del universo, casi parecía que había que ser un elegido para estudiarla. En algunas épocas ha sido una ciencia que ha cambiado grandes paradigmas. Las mujeres estaban al margen de este tipo de conocimientos. De hecho apenas hay modelos femeninos. En física solo hay dos premiadas con el Nobel, Marie Curie y María Goeppert-Mayer. Y tampoco se fomentan las vocaciones científicas. Diferentes estudios señalan que a la hora de elegir una carrera, a las niñas les condiciona que en su práctica profesional puedan ayudar a la sociedad; eso explica la concentración de mujeres en medicina. Sin embargo, no tienen claro para qué puede servir la física, cuando, por ejemplo, los rayos X o un TAC son técnicas que se han desarrollado en este ámbito. Habría que explicar esto y así incentivar las vocaciones en física.

¿Cómo empiezas tu labor en la Comisión de Mujeres y Ciencia (CMYC) del CSIC?

Empecé este trabajo en el Consejo desde la parte de ciencias; entonces, las mujeres de Humanidades, sobre todo las sociólogas, tenían un conocimiento mucho mayor de las corrientes feministas del último cuarto del siglo XX. Nosotras, no. A finales de los 90, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) difundió un estudio, impulsado por una bióloga, que señalaba que las investigadoras estaban peor remuneradas, tenían menos estudiantes a su cargo, etc. Fue una sacudida porque el MIT es un referente. Después Harvard o Stanford hicieron trabajos parecidos y la Comisión Europea (CE) creó el grupo de expertos de Helsinki, que publicó estadísticas con los datos de los países de la UE. En todos, independientemente de su sistema político, cultura, religión mayoritaria, etc., las mujeres estaban infrarrepresentadas en el mundo académico y científico y se agolpaban en las categorías más bajas. Si hay un 30% de mujeres en el sistema de ciencia, no pueden estar todas en la categoría más baja y desaparecer según se va ascendiendo; eso implica que hay un sesgo de género en la evaluación de méritos y otros ámbitos. En ese contexto surgió la Asociación de Mujeres y Tecnólogas (AMIT), y ya en 2002 la CMYC. El CSIC fue el primer organismo público de investigación que publicó estadísticas desagregadas por sexo del personal investigador; estos trabajos evidenciaron ese sesgo.

Según la socióloga del CSIC Ángeles Durán, el techo de cristal en ciencia se ha movido, pero no se ha roto: efectivamente, el número de mujeres va bajando a medida que se asciende en el escalafón. ¿Pero se ha avanzado algo?

En 2005 hubo un cambio en la legislación española sobre la igualdad. El nuevo marco legal es positivo, pero también ha tenido un efecto perverso porque algunas jóvenes piensan: "Hay una ley de igualdad, así que todo va a ser mejor", y sin embargo las estadísticas reflejan que el cambio es muy lento. Generalmente el menor número de investigadoras, o el que se agolpasen en las categorías más bajas, se atribuía a que las mujeres habían accedido a la universidad más tarde, pero los informes de la CE mostraban que el paso del tiempo no lo solucionaba y que había que tomar medidas. Coincido con el enfoque de la CE: no se trata de beneficiar a las mujeres, sino de mejorar la ciencia, una ciencia que cuanto más objetiva y neutra sea, mejor será.

     

"En España, la física se compara con las ingenierías, donde la representación de mujeres es la más baja, no llega al 30%. En  matemáticas, química o biología la presencia femenina ya está en torno al 50%

       

Así que no es suficiente la nueva legislación.

No, porque en muchos casos no se cumple a rajatabla y la costumbre mantiene algunas inercias, sobre todo en las evaluaciones de méritos. Eso es más evidente según vas subiendo en escalafón. También se ve en los consejos de administración, en los premios científicos, en los cargos de representación... Es difícil convencer a un científico, que se tiene a sí mismo por alguien objetivo y empírico, de que existe ese sesgo. Algunas voces dicen: "Es que las mujeres no quieren esos cargos". Quizá influya que tienen una carga doméstica muy fuerte, pero no solo es eso. En la generación anterior a la mía se decía que las mujeres, al tener hijos, no podían llegan a los escalafones más altos. Hice una estadística a pequeña escala y un porcentaje importante de las investigadoras, en los años 40 y 50, eran solteras sin hijos. Así que hay más factores. Un informe reciente de la CE recomienda cambios estructurales en los organismos científicos para mejorar la situación de las mujeres, visibilizar su trabajo e incentivar vocaciones en las niñas. Así habrá más talento que ahora se está perdiendo.

¿Qué consecuencias tiene esa masculinización de la ciencia para el conjunto de la sociedad?

Afortunadamente ahora hay proyectos como Gendered Innovations que pretenden incluir la dimensión de género en los contenidos de la investigación. En EEUU ha habido que retirar medicamentos porque todas las pruebas para testarlos se hacían con hombres. Después se escalaba al peso de mujeres y niños. Con el tiempo se vio que no funcionaba. Del mismo modo que los síntomas de algunas enfermedades –por ejemplo, el infarto– son diferentes en hombres y mujeres. Ese desconocimiento hacía que al ir al hospital te suministrasen un medicamento inadecuado. Todo eso se está revisando. Hay muchos ejemplos: el diseño de los cinturones de seguridad de coches y autobuses y el transporte público en general, todo se ha estado diseñando en función de los hombres y ahora esa tendencia está cambiando. En el marco de Horizonte 2020, cuando solicitas un proyecto de investigación, una de las preguntas que hay que responder es si el género está integrado en tu propuesta y cómo. Se trata de crear una ciencia para todos y todas.

      "Si hay un 30% de mujeres en el sistema de ciencia, no pueden estar todas en la categoría más baja; eso implica que hay sesgo de género en la evaluación de méritos y otros ámbitos"
       

Te has referido a varias cuestiones al hablar de la existencia de ese sesgo. En la CMYC habéis detectado la escasez de mujeres en puestos altos, también en algunas áreas del conocimiento y no sé si además observáis diferencias en los salarios...

Respecto a salarios, como somos un organismo público, no se observa ese sesgo. Puede haberlo como consecuencia de que las mujeres llegan más tarde a puestos más altos, y por tanto tardan más en adquirir sueldos más elevados. Sí hay brecha salarial en el ámbito privado, ahí están las estadísticas del INE. Por otro lado, ese sesgo de género, muchas veces involuntario –también lo tenemos las mujeres– afecta a la autoestima de la propia investigadora. Si tienes menos premios y menos recompensa, de algún modo piensas que eres peor. Eso repercute en tu trabajo intelectual. Respecto a las áreas, en el CSIC el ámbito con más presencia de mujeres y donde mejor situadas están es Ciencia y Tecnología de Alimentos, que sube la media de profesoras de investigación.

¿Qué medidas podrían implementarse para avanzar en esa igualdad en el ámbito científico? ¿Cuáles han sido los principales logros de la Comisión?

La igualdad debe empezar en la escuela. Los más pequeños tienen que saber que la capacidad intelectual de un niño y una niña es la misma. En los libros de texto de secundaria, sobre todo en los de ciencias, no hay ejemplos de científicas. Eso es un fallo. La mayoría del profesorado de infantil y primaria son mujeres, pero muchas seguramente no han tenido acceso a estos conocimientos. A mí me escriben docentes de institutos preguntándome por nombres de científicas para enseñárselas al alumnado. Por otro lado, el trabajo de la Comisión ha sido importante para visibilizar el problema a través de las estadísticas. La CMYC vela por el cumplimiento de las leyes y su existencia recuerda que el problema de la desigualdad afecta a la carrera científica. También se ha trabajado por visibilizar el trabajo de las investigadoras y por presentarlas a premios, y se ha elaborado un documento para el uso no sexista del lenguaje (por cierto, eso levantó ampollas).

¿Y respecto a la configuración de tribunales más paritarios?

En 2005 se aprobó una orden del Ministerio de la Presidencia que establecía que tenía que haber una presencia equilibrada de hombres y mujeres en los tribunales, eso también levantó ampollas. Hasta entonces no había nada que impidiese que las mujeres estuvieran en los tribunales, se daba por hecho que éramos iguales por ley, pero la realidad era que su presencia era muy baja y muchas estaban en el tribunal suplente. A pesar de la orden, esa inercia continuó: se llegaba al 40% de mujeres pero con los suplentes. Hay áreas en las que la escasa proporción de mujeres hace más difícil el equilibrio en los tribunales. Aun con esa medida (que no implica cuotas, es justicia, porque si hay un 40% de investigadoras, hay que tenerlas en cuenta a la hora de decidir), sigue habiendo menos mujeres en muchos tribunales.

Puede argumentarse que las investigadoras estáis en una posición privilegiada respecto a otras mujeres. ¿El sincretismo de género del que habla Lagarde, es decir, la doble tarea de cuidar a los otros a la manera tradicional y a la vez lograr el desarrollo individual y profesional propio de la modernidad, tiene alguna particularidad en la carrera investigadora?

Creo que en nuestro ámbito no es tan fácil tener ese sentimiento de desigualdad. Cuando eres joven y estás estudiando no te das cuenta. Empiezas a ser consciente más adelante, cuando miras para atrás y te preguntas: ¿por qué yo todavía no soy investigadora principal de ningún proyecto y mi compañero, que empezó más tarde, sí? Supongo que en otros sectores también será difícil interiorizarlo.

Perteneces a una doble minoría: investigas en física, un área en la que las mujeres están infrarrepresentadas, y además eres profesora de investigación, categoría a la que no llegan muchas investigadoras. ¿Has reflexionado sobre ello?

En el CSIC hubo unos años en los que coincidió la aprobación de nueva legislación con un mayor número de plazas. Entonces creció la tasa de éxito de hombres y mujeres. Sin embargo, cuando bajan las plazas o hay algún factor adverso, las mujeres son los eslabones más débiles. Además, en los años 80 en el Consejo había muchos más profesores de investigación y más antiguos, así que sus numerosas jubilaciones han propiciado un aumento del porcentaje de mujeres en la categoría más alta. Pero sin duda ha habido un incremento de profesoras de investigación. Los datos desagregados señalan que han subido más deprisa por esos dos factores: la legislación más favorable, por ejemplo respecto a la obligatoriedad de que haya más mujeres en tribunales, y el aumento del número de plazas. Recuerdo que cuando se formó el área de materiales solo había una profesora de investigación. Hoy hay 32, frente a 64 hombres.

Con tu perspectiva de varias décadas en el CSIC, ¿valoras positivamente la evolución del papel de la mujer en la ciencia?

Sí, aunque falte mucho camino por recorrer, al menos el problema está diagnosticado. Eso es importante. Los numerosos informes de la Comisión Europea también han ayudado y España ha impulsado legislación en favor de la igualdad. Pero reitero: es fundamental que desde las primeras etapas de la educación esto se tenga en cuenta.

¿Qué lugar debe ocupar la divulgación en la ciencia? ¿Hasta qué punto es importante trasladar el conocimiento científico a la sociedad?

Es fundamental y además es nuestra obligación. Asistí a la conferencia que dio hace dos años en el CSIC la nieta de madame Curie, Hélène Langevin-Joliot, y dijo algo que se me quedó grabado: así como a principios del siglo XX era imprescindible la alfabetización de la sociedad, ahora, en los comienzos del XXI, es imprescindible la alfabetización científica, que la gente sepa qué es la ciencia y para qué le puede servir, por ejemplo para tomar decisiones más razonadas. En España, a modo de justificación, se dice mucho: “yo como soy de letras...”. Las humanidades son igualmente necesarias, pero no se puede no saber qué es un campo electromagnético porque lo puedes necesitar. Por otro lado, nos pagan con dinero público así que tenemos el compromiso de explicar a la sociedad qué hacemos con sus recursos.

Hay un debate abierto en torno a esto. Si ves la divulgación como una obligación, ¿crees que cualquier investigador/a tiene que dedicar un tiempo a esta actividad?

No me atrevo a decirlo de forma tan tajante, pero sí creo que entra dentro de nuestros deberes. Y he de decir que cuando vas a un centro educativo a dar una charla, el resultado es muy gratificante. Estoy pensando en iniciativas como el ‘CSIC en la Escuela’, donde investigadores e investigadoras asesoran al profesorado de secundaria sobre la enseñanza de la ciencia.

¿Es sencillo compaginar la carrera investigadora con la vida personal y familiar?

Ahora mis hijos son mayores, pero cuando eres joven tienes que trabajar intensamente, bajo la presión de conseguir una plaza, competir, ir a congresos, visitar otros laboratorios... Y si tienes niños pequeños, es complicado. Después hay otra etapa dura, cuando tienes que cuidar a tus padres, situación por la que pasan muchas mujeres. Es cierto lo que dice Ángeles Durán, si todo ese trabajo no remunerado se computase, el PIB subiría muchísimo. Creo que el Estado tiene que facilitar la vida progresivamente a la gente menos favorecida, con guarderías, cuidadores, etc. Hay que seguir avanzando para que las mujeres puedan ejercer su carrera y los hombres concilien cada vez más, para llegar a un reparto más equitativo.

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