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Pilar López-Sancho: “No podemos bajar la guardia, los derechos te los pueden quitar”

La investigadora del ICMM, todo un referente por sus estudios de física y su lucha por la igualdad en ciencia, recibe este lunes el premio de la Sociedad Europea de Física

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Pilar López Sancho, en su despacho, comenta con cierto pudor que no entiende tantas atenciones. Ha sido galardonada con la distinción Winter 2021 Emmy Noether para Mujeres en Físicas, otorgada por la Sociedad Europea de Físicas (EPS), y está agradecida y sorprendida

Es investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (ICMM). A lo largo de su carrera ha estado al frente de la Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC, presidió el grupo ‘Mujeres en Física’ de la Real Sociedad Española de Física, y forma parte de AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas), organización de la que también fue presidenta. Si embargo, cuando habla evita cualquier personalismo.

Insiste en que todo logro conseguido no ha sido suyo y que el trabajo siempre es compartido. De hecho, en su vida muchas cosas llegaron por casualidad. López-Sancho, consciente de sus privilegios, por un lado, y desventajas, por otro, cuenta lo aprendido y lo desaprendido con naturalidad. Aquí habla de su historia, de la ciencia y la sociedad en la que vive.

Pregunta: ¿Cuándo empezó sus estudios universitarios?

Respuesta : Yo soy muy antigua, empecé a estudiar la carrera de Físicas en 1970, todavía con Franco. Era un momento en que la Universidad era, imagínate…

P.: ¿Cómo lo vivió?

R.: Fue muy turbulento, pero divertido y muy interesante. Aprendías muchísimo de todo. Había cine en los colegios mayores, leías... estaba todo muy politizado, sobre todo por una lucha por las libertades que no teníamos. Bueno, es que en la universidad teníamos a la policía ahí metida, había un cuartelillo. La carrera fue muy reveladora en ese sentido, la universidad estaba viviendo una revolución. Se estaba terminando el franquismo y eso se notaba. Cada vez te atrevías más a gritar.

P.: ¿Cómo era ser mujer en una carrera de "ciencias puras", típicamente masculina?

R.: Nosotros estudiábamos en colegios separados. Yo pasé primero por monjas y luego fui a un instituto porque no había Bachillerato de ciencias en las monjas, pero éramos todo mujeres. No podías ver ese sesgo de género porque era como que no había género. Pero de mi clase fuimos cinco chicas [a Físicas en la Complutense de Madrid] y, aunque éramos muchas menos que los hombres, estábamos ahí. Solo nos dábamos cuenta de que éramos muy pocas en las prácticas, cuando nos dividían por apellidos y ahí sí que notabas que había muchos más chicos, pero yo no tenía sensación [de minoría]. Luego he visto las cifras y a lo mejor éramos un 30%, pero no éramos tan pocas como para notarnos raras.

P.: ¿Y el trato con los profesores?

R.: Fíjate, yo nunca noté nada. Lo que pasa es que también puede que no lo notara porque todos tenemos nuestros sesgos.

P.: ¿Qué tal fue la salida de la Universidad?

R.: Yo hice la rama de física fundamental y al acabar la carrera muchos queríamos dedicarnos a física teórica, pero había pocas oportunidades entonces cada uno hizo lo que pudo. Muchos hicieron oposiciones de instituto y yo, con algunos compañeros de promoción, vinimos al CSIC. Hice la tesis en el Torres Quevedo, experimental, en física de superficies.

P.: Entonces se fue a hacer física experimental donde había sitio.

R.: Fue el año que murió Franco. Primero hacías la tesina y luego, si tenías expediente, te daban la beca. Pero no te la pagaban al principio. Eran otros tiempos. No teníamos ni siquiera Seguridad Social. Pero la verdad es que si tenías la beca estabas tan contento. Lo que pasa en estas cosas es que cuando se va estropeando la cosa laboral... había meses que no cobrabas. Y los que vivíamos en casa de nuestros padres pues bien, pero los que no...

P.: Claro, usted es de Madrid

R.: Claro, los que no podían se tenían que ir. Eso sí que ha cambiado muchísimo. Lo que sí que había entonces era mucha solidaridad entre los becarios. Como en la universidad, cuando estás frente a algo estás más unido. Y aquí en el CSIC nos conocíamos los becarios de física, de letras... a veces teníamos que protestar para que nos pagasen.

P.: ¿Contra qué protestaban?

R.: En la universidad, claramente, pedíamos libertades. Pedíamos la disolución de los cuerpos represivos, por ponerte un ejemplo. Fíjate que en aquella época había bastante represión, estábamos contra eso. En el Consejo había una sensación de que éramos un grupo unido. Ahora veo que hay mucha competencia, es verdad que lo da el momento. Entonces te interesaba tu trabajo y sabías que tenías que tener currículum, pero el ambiente de becarios era diferente.

P.: ¿Y cómo volvió a la física teórica?

R.: Luego en el devenir de la vida cada uno hemos ido cambiando. Hubo un momento en el que empezó a haber muchísimas técnicas nuevas de superficies, con muchos datos para interpretar, y algunos nos fuimos pasando a teoría, teoría de la materia condensada. Yo tuve la suerte de que vino al grupo Juan Rubio, que era un teórico muy bueno y nos enseñó mucho.

P.: ¿Fue fácil entrar a trabajar al CSIC?

R.: Hubo unos años de sequía tremendos, no convocaban plazas. En los 80, recuerdo que en unos documentos nos tuvieron que poner una adenda para incluir todas las becas postdoctorales que teníamos. Los que podíamos, porque había gente que se casaba y tenía hijos, y no podían vivir con una beca. Las plazas salieron sobre los años 82/83, pero había un tapón de gente... imagínate. Aunque ahora hay todavía más tapón. A nosotros nos parecía que entrábamos tarde, y a lo mejor teníamos 34 o 36 años, y ahora tienen más de 40 años de media.

P.: Entonces consiguió plaza en el 83.

R.: Sí, entonces era un Instituto de Física de Superficies. Estábamos en el Torres Quevedo, que fue una de las sedes que se unieron para venir aquí [al campus de Cantoblanco]. La época en la que tenías hijos pequeños era dura. Por ejemplo, nosotras de becarias no teníamos derecho a la licencia de maternidad.

P.: ¿Fue entonces madre siendo becaria?

R.: El primer hijo lo tuve cuando era becaria, como otras muchas. Yo tenía la suerte de que mis padres vivían cerca del Consejo.

P.: A veces se dan ciertos derechos por hecho.

R.: Por eso tampoco se puede bajar la guardia, porque te los pueden quitar. Hay cosas en las que se puede retroceder. Aunque ahora creo que se ha tenido cuidado, tenemos una Ley de Igualdad desde 2007, un gran avance. Pero ya te digo, que fue mi caso y el de muchas otras becarias. Fue importante también que el Consejo tenía la guardería en Serrano, que se creó en tiempos de Concepción Llaguno [vicesecretaria general del CSIC]. Eso fue fundamental, tener una guardería cerca facilita a las mujeres el trabajo. Es uno de los logros importantes del CSIC, y fue una mujer la que lo hizo. A todas estas figuras hay que agradecerles que se dieran cuenta de esto antes de que hubiera un movimiento, porque siempre ha habido gente que tenía conciencia de la discriminación y lo que suponía. Yo no lo tenía entonces.

P.: ¿Y cuándo se dio cuenta de esa discriminación?

R.: Pues bastante tarde. A mí me impactó mucho que, en 1999, el MIT reconociera en su web que había una discriminación en el claustro de ciencias. Que las mujeres ganaban menos, tenían menos estudiantes, menos espacio en los laboratorios... y, poco después, Europa publicó el informe ETAN, las primeras estadísticas desagregadas de varios países de Europa, y en él se veía que las mujeres estaban infrarrepresentadas y, además, agolpadas en las categorías bajas. Había como un 11% de catedráticas cuando había un 35% de mujeres, y en ciencias menos todavía. Eso fue muy revolucionario.

P.: Y entonces se organizaron.

R.: Empezamos aquí a organizarnos. Mar García Hernández convocó una reunión en el instituto, a la que asistimos muchas científicas. Por entonces se publicó un artículo en un periódico escrito por Flora de Pablo, una bióloga del CSIC que decía que las mujeres en el área mediterránea estábamos discriminadas en ciencia. Recuerdo que estuvimos comentándolo.

P.: ¿Cómo fue el proceso?

R.: En el 2001 hubo un acto en el edificio central organizado por el Instituto de la Mujer por el 8M, se llamaba ‘La otra mitad de la ciencia’,  Asistieron bastantes ministros. Los actos son importantes porque tomas conciencia. Se habló por primera vez de la mujer en ciencia y hubo un abucheo totalmente espontáneo a unas declaraciones de que no era verdad esa discriminación a la mujer en la ciencia. Así que a la salida nos acercamos al presidente del CSIC, Rolf Tarrach. Él nos dijo que en una institución de investigación la promoción se decide por méritos, que no podía haber discriminación por sexo, pero cuando vio las estadísticas europeas, propuso la creación de un grupo de trabajo para elaborar estadísticas desagregadas del CSIC. Por eso el Consejo fue el primer organismo de España que las hizo, y los datos mostraban que más del 70% de las mujeres de la escala investigadora eran “científico titular”, que entonces se llamaba colaborador. Él entonces planteó la Comisión asesora de la Presidencia para mejorar esto. Hubo bastante oposición, pero en Europa ya existía la Unit of Women in Science y seguimos el ejemplo.

Simultáneamente, lideradas por Flora de Pablo, que estaba también en ese acto, empezamos a trabajar y finalmente fundamos la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT). Es todo más o menos a la vez, en los primeros dosmiles.

En el 2002 la IUPAP (Unión Internacional de Física Pura y Aplicada), como había bajado mucho el número de personas matriculadas en físicas en todo el mundo, hizo un acto con la Unesco en París, que fue la primera reunión de Women in Physics, y llamaron a las sociedades de todos los países para que llevasen representantes. Las que estaban en la junta de la Real Sociedad [Española de Física] me llamaron a mí también. Había 65 países, fue muy revelador. Asistieron el presidente de la IUPAP, el de la APS (American Physical Society), Nancy Hopkins, que era quien había hecho el estudio del MIT y nos contó cómo ella misma no se podía creer los resultados. Allí ya nos comprometimos a que cada uno fuese a su organización a intentar que hubiese un clima más amigable para las mujeres.

Las cuatro [investigadoras] que fuimos de España volvimos muy convencidas de esa conferencia. Recuerdo que me dije que era la primera vez que había estado en una habitación con 250 físicas que eran mujeres.

P.: ¿Y qué pasó a la vuelta?

R.: Cumpliendo el compromiso, solicité una entrevista con el presidente [del CSIC], Rolf Tarrach, que era físico. Y me recibió, fue una sorpresa. Le entregué la información de la reunión Women in Physics. Él estaba receptivo y convencido de que existía un problema, su apoyo fue decisivo para la creación Comisión de Mujeres y Ciencia.

P.: Aquí empieza un poco a liderar el movimiento.

R.: Tampoco lidero, aquí ya había un movimiento. Se funda AMIT y entonces piensa que esto no estaba de moda, que había veces que organizaba un acto y venían ocho. Ahora tiene mucha llamada, pero entonces no. Yo, tanto en AMIT como en el grupo de mujeres en física, he conocido a gente de varias áreas con muchísimo liderazgo y muy convencidas de la importancia de la igualdad no solo para las mujeres, sino para el mundo científico en general. Eso a mí me ha enriquecido mucho. He aprendido mucho, he visto otras cosas. Aquí por ejemplo [por el ICMM] Mar García Hernández y Alicia de Andrés han sido vocales de la Comisión de Mujeres y Ciencia. Éramos muchas las que teníamos conciencia de la discriminación.

P.: En estos años que han pasado, ¿qué se ha logrado y qué queda pendiente?

R.: Ha cambiado el clima. Si alguien dice algo realmente insultante antes te daba vergüenza hacerlo notar, era violento. Ahora no. Cuando se proponía que se invitara a una mujer para una charla, siempre se tenía que justificar, alguien preguntaba: '¿y esa qué a hecho?'.  No era con agresividad.

Eso ha cambiado a mejor, de hecho el índice del techo de cristal en el CSIC ha ido bajando, ahora es menor que el de la media europea. Sin embargo, lo que sí que he notado en muchos hombres es una actitud defensiva, un 'a mí no me llames machista' y dicen que ellos no han visto nunca discriminación. Se podría esperar que, en el ambiente científico, los cambios hacia la igualdad hubiesen ido por delante de la sociedad, pero no ha sido así, las estadísticas muestran un progreso lento.

P.: ¿Y la excelencia, poder, liderazgo?

La excelencia ha estado asociada a lo masculino, así como el poder y el liderazgo. A pesar de los avances aun es raro encontrar muchas mujeres en la élite científica. Si llegan, siguen siendo noticia. Cuesta que nombren a la mujer y luego que la respeten.

Lo explicaba Ben Barres [científico que transicionó a los 40 años]. Él mismo contó que, en el primer seminario que dio como hombre, un amigo suyo oyó a los de atrás decir que él era mejor que su hermana Bárbara, que era su antiguo nombre. Era un científico muy bueno, y notó que cuando se convirtió en Ben le tenían en más consideración que cuando era Bárbara. La anécdota es de 2010, pero en algunos momentos todavía se puede notar paternalismo.

P.: ¿Y cómo se cambia esto?

R.: Con paciencia, explicándolo. Tampoco puedes ofender. Hay tanta variedad de situaciones, de educación, sentimientos, lo que has visto en tu casa... no se es consciente de cómo todo eso afecta nuestro comportamiento.

P.: ¿Una conclusión?

La sociedad española en general y el mundo científico han cambiado mucho en lo que va de siglo XXI. Los métodos de trabajo son diferentes y contamos con herramientas que hacen más fácil la investigación. Las nuevas generaciones tienen que recoger la antorcha y transformar la ciencia. Con respeto a la sostenibilidad y a la diversidad, siguiendo las recomendaciones de la Comisión Europea, incluir la dimensión de sexo/género en la investigación. Tienen la responsabilidad de conseguir una ciencia más objetiva con resultados útiles para la toda humanidad. Estoy segura de que lo conseguirán.

Ángela R. Bonachera-ICMM-CSIC Comunicación

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