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El CSIC y los Premios OIV

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Los prestigiosos premios de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) cumplen 90 años. La OIV, que hasta el año 2001 se denominaba Oficina Internacional del Vino, es el primer organismo a nivel mundial del ámbito vitivinícola. Es una organización intergubernamental de carácter científico y técnico formada en la actualidad por 47 Estados miembros de todo el mundo a los que su suman Estados observadores. A lo largo de su existencia ha demostrado con creces su rigor, gozando en la actualidad de una gran reputación en los ámbitos de la viña, el vino, las bebidas a base de vino, las uvas de mesa, las uvas pasas, así como otros productos derivados de la vid, tomando en cuenta los intereses de los consumidores. Los premios de la OIV fueron creados en 1930 con el curioso objetivo de “editar un folleto de propaganda sobre el consumo de vino, destinado a los niños de las escuelas de todos los países del mundo”.

Evidentemente, esta peculiar premisa dista mucho de los valores de nuestra sociedad actual, pues cualquier bebida alcohólica, con independencia de lo baja que sea la graduación o la cantidad ingerida, es perjudicial para el desarrollo y la salud de niños y adolescentes. En una sesión celebrada el 11 de diciembre de 1930, Édouard Barthe, presidente de la organización, tras una serie de debates, además de ese premio publicitario señalado anteriormente, destacó la necesidad de reconocer a los mejores trabajos originales de carácter científico en el ámbito viticultor, de manera que ese componente propagandístico o publicitario quedara relegado a un lugar secundario.

Así, la Mesa Ejecutiva de la Oficina declaraba instaurar los premios con el fin de distinguir a la persona que pudiera determinar el mejor procedimiento para detectar la adición de azúcar, es decir, lo que se conoce como chaptalización; proceso que consiste en añadir azúcar al mosto de uva con el fin de facilitar la fermentación. Se trata, por lo tanto, de una práctica un tanto desleal que permite adulterar el mosto original, lo que repercute en la calidad final del vino. Con ello, los diferentes miembros de la mesa pretendieron seguir el principio de “alentar las investigaciones que pudieran ser útiles para la viticultura mundial”. De esta forma, se creaba un gran premio que pudiera persuadir a los grandes expertos del momento para participar en el certamen. Se había sembrado, pues, el germen de estos premios, que todavía hoy pretenden reconocer obras bibliográficas de referencia en el ámbito de la vid y el vino.

Los Premios OIV, por lo tanto, se han convertido en una referencia fundamental a nivel mundial en lo que atañe al sector de la viticultura y la enología. Así, a través de 90 años de existencia, se ha conseguido crear una de las colecciones bibliográficas más importantes de la materia. Todavía hoy, estos premios, que se erigen como el concurso más importante de publicaciones sobre vid y vino, persiguen distinguir de manera imparcial a “las mejores obras y alentar a los autores a perseverar, con el objetivo común de la defensa de los intereses del sector y de la difusión de los conocimientos sobre la vid y el vino”.

Los premios y sus respectivas categorías han evolucionado a lo largo de estos años, adaptándose a los tiempos y a las necesidades del momento. En la actualidad, la edición de 2020 cuenta con las siguientes categorías:

  • Viticultura
  • Enología
  • Economía y Derecho Vitivinícolas (Juntos o por separado)
  • Historia, Literatura y Bellas Artes (Juntos o por separado)
  • Vino y Salud
  • Descubrimiento y Presentación de Vinos
  • Vinos y Territorios
  • Vinos y Manjares
  • Monografías y Estudios Especializados (Juntos o por separado)
  • Actas de Simposios, Diccionarios, Enciclopedias, Léxicos, Atlas
  • Vitivinicultura Sostenible

En todo este tiempo, se ha premiado a unos 800 participantes. Personal científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha sido galardonado con este reconocimiento en varias ocasiones. El primero de ellos llegó en 1946, cuando Juan Marcilla Arrazola (1886-1950) fue reconocido por su Tratado práctico de Viticultura y Enología españolas, una obra pionera y esencial. Marcilla fue catedrático de Viticultura y Enología en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid y también ejerció como vicepresidente del CSIC. Tal era su prestigio en el ámbito internacional que, incluso, llegó a ser vicepresidente de la OIV. El científico fue el encargado, precisamente, de introducir en el CSIC las investigaciones concernientes a la vid y el vino. El germen de todo ello se gestó en 1933 cuando, tras conseguir fondos de la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas (FENICER) —organismo dependiente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE)—, fundó el Centro de Investigaciones Vinícolas (CIV). En este centro, además, Marcilla incorporó a la plantilla a científicas como Isabel de Terán, algo nada habitual en el mundo viticultor de la época. Posteriormente, Marcilla integraría sus investigaciones en la Sección de Fermentaciones del Instituto de Biología Santiago Ramón y Cajal y más tarde, en 1946, en el recién creado Instituto de Microbiología Aplicada, que años después fue el origen del Instituto de Fermentaciones Industriales, integrado actualmente en el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL) y el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN).

El segundo premio que recayó sobre personal investigador del CSIC tuvo lugar décadas después, cuando en 1993 Carmen Polo Sánchez y Concepción Llaguno Marchena se alzaron con el galardón de la OIV por la edición del libro El vinagre de vino. Este libro, editado por la Editorial CSIC (que también se encuentra de celebración este año por su 80º aniversario), es una referencia bibliográfica fundamental en cuanto a las bacterias acéticas y los aspectos tecnológicos de su fermentación, el proceso de elaboración del vinagre y su papel en la alimentación, la composición química de los vinagres vínicos, las aplicaciones industriales del vinagre o la tecnología de encurtidos. Tanto Polo como Llaguno fueron dos pioneras en lo relativo a la cultura de la vid y el vino, pues sus investigaciones contribuyeron de manera decisiva desde un punto de vista científico a la modernización de las diferentes técnicas de fermentación, mejorando el producto final que acaba en manos del consumidor.

Entrados de lleno en el siglo XXI, Alfonso V. Carrascosa, actualmente investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN); Rosario Muñoz Moreno, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN), y Ramón González García, del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV), obtuvieron en 2012 otro de los prestigiosos premios de la OIV, en la categoría de ‘Enología’, por el libro Molecular Wine Microbiology. Este volumen, del que los tres investigadores señalados son coordinadores, reúne las contribuciones más significativas en microbiología del vino de un buen número de científicos especialistas. Como señala el propio Carrascosa, “el libro trata la microbiología molecular del vino con un enfoque moderno e inédito hasta la fecha en el panorama enológico internacional y es una obra de utilidad para todos aquellos que se dedican a la investigación y a la docencia”.

Tan solo cinco años después, en 2017, la actual vicepresidenta adjunta de Áreas Científico-Técnicas del CSIC, Victoria Moreno Arribas, y la investigadora Begoña Bartolomé Sualdea, ambas del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL), volvieron a alzarse con un premio de la OIV, esta vez en la categoría ‘Vino y Salud’, por ser editoras del libro Wine Safety, Consumer Preference, and Human Health.  “Es el primer libro científico que de forma integral recoge las investigaciones más relevantes relacionadas con la seguridad y la calidad del vino, conectando con las preferencias de los consumidores y con especial énfasis en los efectos beneficiosos de los componentes del vino para la salud humana”, señalan las autoras. Victoria Moreno es experta de la OIV desde el año 2000 y es una de las primeras investigadoras de nuestro país que ha ocupado puestos de relevancia en esta organización, entre los que destaca su nombramiento en 2019 como presidenta del Grupo de Microbiología y miembro de la Comisión Técnica de la OIV.

En la edición de 2018 diversos investigadores del CSIC obtuvieron una mención especial en la categoría ‘Viticultura’ por la publicación de El potencial aromático de las variedades de vid cultivadas en Galicia, libro coordinado por la investigadora Mar Vilanova de la Torre, de la Misión Biológica de Galicia (MBG), que incluía trabajos de otros investigadores como José Miguel Martínez Zapater, actual director del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV), o de Javier Ibáñez Marcos, investigador del ICVV. Este libro se compone de dos partes: una introductoria donde se expone el contexto de la viticultura en Galicia y otra donde minuciosamente se desarrolla el potencial aromático de las variedades de vid gallegas.

Como se puede observar, la correlación entre los Premios de la OIV y el CSIC es muy positiva, habiéndose alzado con estos galardones en un buen número ocasiones científicos de nuestra institución, lo que demuestra la importancia de las investigaciones del CSIC, llevadas a cabo actualmente en diferentes institutos como el CIAL, el ICVV, la MBG, el ICTAN o el IATA, en el terreno de la vid y el vino. Estos premios, como señala Carrascosa, “son el testimonio de la continuidad a alto nivel científico de la investigación vitivinícola de referencia internacional, así como de la transferencia de conocimiento al mundo empresarial del vino: nivel científico sin perder aplicabilidad de la ciencia. Esperamos ganar más”. En este mismo terreno se sitúa Victoria Moreno, destacando que “el reconocimiento de estos premios a la investigación del CSIC es el reflejo de las aportaciones que hemos realizado de forma continua en todos los ámbitos, desde la ciencia en el primer nivel y la innovación, dando respuestas a través de la comunicación a la sociedad, y en particular en educación”.

Y es que, desde un punto de vista científico y tecnológico, el CSIC desde el principio prestó especial atención a una cuestión, la de la vid y el vino, que ha estado muy presente en nuestra cultura y tradiciones desde tiempos ancestrales. Como señala nuevamente Carrascosa, esta trayectoria resulta importante “porque indica con claridad la continuidad en el CSIC de lo iniciado en la JAE”.

Gonzalo Montero

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