Balmis: La expedición española que llevó la vacuna de la viruela a Asia y América
El virólogo Luis Enjuanes, que trabaja en una vacuna contra el SARS-CoV-2, explica la hazaña médica de la Expedición Balmis, que en 1803 logró la primera campaña de vacunación masiva en los territorios de ultramar de la Corona española
El virólogo Luis Enjuanes, que trabaja en una vacuna contra el SARS-CoV-2, explica la hazaña médica de la Expedición Balmis, que en 1803 logró la primera campaña de vacunación masiva en los territorios de ultramar de la Corona española
La pandemia de covid-19, que ha causado cerca de tres millones de muertos, ha obligado a la ciencia a realizar una proeza: lograr varias vacunas eficaces en solo un año. Hace tres siglos, otra pandemia, la de la viruela, obligó a conseguir otra hazaña técnica: mantener la vacuna viva durante viajes transoceánicos para poder trasladarla a territorios de ultramar. Aquel hito de la medicina, la primera misión humanitaria de la historia y la primera campaña de vacunación masiva, sigue presente en la cultura española, que da nombre tanto a operaciones sanitarias del Ejército como a nuevos centros hospitalarios y empresas de biotecnología.
La viruela se llevó la vida de más de 60 millones de personas solo en Europa en el siglo XVIII. Está causada por un virus de la familia de los poxvirus. “No hablamos de un virus cualquiera”, escribe el divulgador Carl Zimmer en Un planeta de virus (Capitán Swing). “En los últimos tres mil años, la viruela puede haber matado a más personas que ninguna otra enfermedad sobre la faz de la Tierra”.
En 1798, el médico inglés Edward Jenner logró la vacuna para la viruela, que empezó a aplicarse de forma masiva. Solo cinco años después, en noviembre de 1803, el rey Carlos IV lanzó la que está considerada como la primera expedición filantrópica de la historia, la Real Expedición Filantrópica, también conocida como Expedición Balmis, para llevar la vacuna a América y Asia.
Dirigida por el médico español Francisco Javier Balmis, con la ayuda de su colega José Salvany y de la enfermera Isabel Zendal, la expedición logró una proeza técnica: mantener la vacuna activa durante viajes transoceánicos. Fue la primera expedición sanitaria de ámbito mundial.
Isabel Zendal, la ‘enfermera’ de la expedición
¿Cómo se podía conseguir que la vacuna siguiera activa durante los largos meses de travesía? En aquel tiempo, la forma de mantener la vacuna activa era inocularla en personas sanas y trasmitirla entre individuos aplicándola de brazo en brazo. Necesitaba personas que no hubieran padecido la viruela ni estuvieran vacunados para no alterar el proceso inmunitario. Los niños eran un candidato ideal. Así que Balmis reunió a 22 niños huérfanos. Ellos serían el recipiente humano de la vacuna. El 30 de noviembre de 1803 la expedición Balmis zarpó en la corbeta María Pita, rumbo a América. Los niños viajaron al cuidado de Isabel Zendal, quien ejerció como enfermera para supervisar la cadena de inoculaciones durante las duras condiciones del viaje transoceánico.
Durante la travesía, fueron inoculando la vacuna sucesivamente en el brazo de un niño diferente cada quince días. “Fue una magnífica idea”, asegura el virólogo Luis Enjuanes, investigador del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), donde trabaja junto a la viróloga Isabel Sola en el desarrollo de una vacuna contra el SARS-CoV-2.
Enjuanes es coordinador, junto a Susana Ramírez, doctora en Historia de América, del libro La Real Expedición Filantrópica de la vacuna: doscientos años de lucha contra la viruela, publicado en el 2004 por Editorial CSIC, que rinde tributo a esta hazaña en la historia de la ciencia.
Dos rutas hacia Asia y América del sur
Al llegar a América, la expedición Balmis llevó la vacuna a la ruta del Caribe: Puerto Rico, Cuba y México, durante tres años. A continuación, la expedición se dividió. El grupo de Balmis, con Isabel Zendal y 26 niños mexicanos partió hacia Filipinas, Macao y Cantón, llevando la vacuna a Asia. El otro grupo, dirigido por el segundo de Balmis, el doctor José Salvany, puso rumbo a Latinoamérica, a Venezuela, Colombia, Bolivia, Perú y Chile, a través de la cordillera de los Andes.
La historiadora Susana Ramírez define esta Real Expedición como “la mayor hazaña médica de la Corona”. Todos los países conocían la vacuna de Jenner contra la viruela, pero ninguno puso en marcha un proyecto tan ambicioso. “Esta expedición intenta establecer el papel estratégico de la Corona desde el punto de vista exterior, pero también interior”, afirma Ramírez. El objetivo de la expedición no fue únicamente difundir la vacuna, sino revitalizar la figura del Estado en los territorios ultramarinos.
Los territorios de la Corona española en América y Asia sufrieron una gran mortalidad que derivó en una crisis demográfica y, más tarde, económica “Esto es también lo que estamos viviendo hoy en día con la covid-19”, explica Ramírez. La expedición se puso en marcha en apenas ocho meses, ya que la mortalidad de la población indígena en los territorios ultramarinos alcanzaba el 50%, algo que asustaba al rey Carlos IV.
Balmis consiguió dar la vuelta al mundo y vacunar a la población en solo dos años y medio. Mientras que Salvany extendió la vacunación por Sudamérica. Con la difusión de la vacuna se frenó la mortalidad y, por tanto, se favoreció el crecimiento económico de los territorios.
“El propio Jenner dijo, en 1806, acerca de la expedición de Balmis: ‘No me imagino que en los anales de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble y extenso como este”, escribe el microbiólogo y divulgador Ignacio López Goñi, de la Universidad de Navarra, en Virus y pandemias (Guadalmazán). “La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna fue una de las mayores hazañas médicas, la primera misión humanitaria de la historia y la primera campaña de vacunación masiva”, añade.
Esta hazaña se considera un hito en la historia de la medicina, no solo por su éxito y novedad, sino porque también consiguieron asentar la vacuna en los nuevos territorios. “La gente que fue en la expedición tuvo la sabiduría de no vacunar ellos mismos; era mucho más importante enseñar a la población autóctona cómo hacerlo. Lo primero que hicieron fue asegurar la multiplicación de la vacuna que habían llevado”, cuenta Enjuanes.
Esta fue realmente la gran aportación de la Real Expedición Filantrópica: regular la difusión de la vacuna de la viruela. Con este objetivo se crearon las Juntas de Vacunación, instituciones que se fundaron en cada uno de los territorios a los que se llevó la vacuna para poder arraigarla y organizar el proceso de vacunación.
Junto con la vacuna llegaron médicos y científicos. “Todos ellos tuvieron diferentes iniciativas culturales que crearon una nueva urdimbre de conocimiento que no fue exclusivamente científica, sino también cultural y política. Esta expedición no es una aportación exclusivamente médica, sino que con ella también llegaron rutas de comunicación de conocimiento”, explica la investigadora del CSIC.
La viruela fue declarada oficialmente erradicada por la Organización Mundial de la Salud en 1980, convirtiéndose así en la primera enfermedad eliminada a escala mundial. “La vacuna fue determinante, sin ella no hubiera sido posible su erradicación, al igual se sucede ahora con el coronavirus”, señala Enjuanes.
La Expedición Balmis sigue muy presente porque representa una hazaña y un ejemplo en el sistema de vacunación. La misión de las Fuerzas Armadas durante la pandemia de covid-19 ha sido bautizada como Operación Balmis en honor al impulsor de la Real Expedición Filantrópica. “El nombre de la operación ha revitalizado la hazaña de la vacuna”, concluye la historiadora. La hazaña de Balmis, Salvany, Zendal y los 22 niños huérfanos sigue resonando como prueba de la necesidad de la investigación científica y de las vacunas para afrontar la amenaza de las grandes pandemias.
‘La Real Expedición Filantrópica de la vacuna: doscientos años de lucha contra la viruela’. Coordinado por Luis Enjuanes y Susana Ramírez. Se puede descargar gratuitamente en la web de la Editorial CSIC. Está prevista una reedición ilustrada con la participación de la Editorial CSIC, el Ministerio de Ciencia e Innovación y la editorial Lunwerg.
Candela Jiménez / CSIC Comunicación
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