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Antonio Pizzo: “Roma es una cantera interminable para las ciencias humanas”

El investigador del CSIC asume la dirección de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma con el objetivo de reforzar la investigación y aumentar su número de científicos

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El arqueólogo Antonio Pizzo (Siracusa, 1971) sigue los pasos de eminentes investigadores al frente de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (EEHAR) del CSIC. Ser el primer italiano en el cargo, tras el paso de catorce directores, le parece algo anecdótico porque en España ha desarrollado toda su carrera profesional. “Llegué a España por motivos personales y encontré un país abierto y una institución, el CSIC, capaz de valorar lo que un investigador puede aportar al sistema científico, sin barreras ni fronteras”. Sus primeros años como científico del CSIC transcurrieron en Mérida pero en 2017 regresó a Italia para trabajar en la EEHAR. Aquí se convirtió en uno de los responsables del proyecto Tusculum, el más longevo e importante de la Escuela, que trata de rescatar las claves de la historia de esta antigua ciudad romana y medieval al sureste de la capital italiana. Y desde hace unos meses, en abril, Pizzo asumió el cargo de director en plena pandemia por el coronavirus, lo que ha supuesto un importante reto para adaptar las actividades de la Escuela, tanto científicas como la difusión y la formación, a la exigencia de confinamiento que ha vivido Italia.

Su estreno en el cargo ha sido en un momento complejo a nivel mundial…

Debuté como director durante la pandemia, cuando todos estábamos pendientes de lo que ocurría en Italia y España, dos países que han sufrido enormemente los efectos de la crisis de la Covid-19. La situación supuso un doble reto: asumir la dirección y reorganizar la gestión de la Escuela. Estos meses nos han permitido reflexionar sobre el alcance de la EEHAR y las posibilidades que se abren para mejorar su presencia en la red, por ejemplo con nuestra recién reformada web. Ha sido un salto complejo pero gracias a la implicación del personal de la Escuela nos hemos ido adaptando a la nueva realidad.

La EEHAR comenzó su andadura en 1910 con el filólogo e historiador Ramón Menéndez Pidal. ¿Qué supone ocupar el cargo de director de esta institución?

La figura del primer director es inmensa, es uno de los miembros de la generación del 98 y fue un director global, capaz de liderar instituciones cruciales para la cultura española de comienzos del siglo XX. Con su dirección la EEHAR se proyectó en un panorama internacional extremadamente rico en escuelas de ciencias humanas. Después, la institución ha desarrollado sus actividades siempre en el marco del estudio de las relaciones históricas entre España e Italia, potenciando progresivamente su oferta científica y formativa. Por eso, para mí es un honor y un privilegio dirigirla, aunque también supone una importante responsabilidad.

Mérida y sus ruinas romanas fueron, en su caso, el punto de partida para llegar hasta Roma…

Así es, antes de llegar a la Escuela desarrollé mi labor investigadora durante 15 años en el Instituto de Arqueología de Mérida del CSIC. En ese tiempo mantuve numerosos contactos con la arqueología italiana, desarrollando varios proyectos en Roma. Y eso me llevó a implicarme más en la EEHAR. En septiembre de 2017 asumí el cargo de vicedirector y en estos años he trabajado para restablecer redes científicas internacionales, implementar los seminarios científicos con el objetivo de discutir sobre diferentes proyectos y en la apertura de la institución a nuevas colaboraciones.

¿Es difícil combinar la investigación y un cargo de gestión?

Evidentemente, desde mi posición como director, la gestión pasa a ocupar gran parte de mi tiempo. Ahora me centro en buscar nuevas herramientas de difusión y visibilidad institucional. Sin embargo, para mí es muy importante continuar con la faceta investigadora porque la entiendo como la única forma para impulsar aún más esta Escuela. Al final, son los contactos y las redes científicas establecidas y la calidad de la producción científica las que sustentan centros como el nuestro, inserto en un entorno humanístico muy competitivo. Lógicamente, la dirección de una institución como la de la EEHAR requiere muchísima dedicación pero sigo siendo científico y estoy seguro de que lograré un equilibrio entre las labores de gestión y la investigación.

¿Qué objetivos se fija para el futuro de la EEHAR?

Por un lado, reforzar la investigación. Así se recuperaría el hilo conductor que históricamente ha permitido a la Escuela tener un papel destacado en el marco de la comunidad científica romana a través del estudio de las relaciones históricas entre España e Italia desde la antigüedad hasta la época contemporánea. Otra de las prioridades es aumentar el número de investigadores adscritos a la institución.  La Escuela no tiene personal científico de plantilla sino científicos que se adscriben con proyectos concretos y con diferentes líneas de investigación.

En el mismo sentido, hay que reforzar nuestra red institucional en Historia y Arqueología, y pensar en la Escuela como un centro catalizador de proyectos de impacto europeo e internacional. En estos últimos años se ha trabajado en esa dirección y los resultados son excelentes. Por ejemplo, la EEHAR forma parte de la Unione Internazionale degli Istituti di Archeologia, Storia e Storia dell’Arre a Roma, constituido por 37 centros y 20 países diferentes, y la Asociación Internacional de Arqueología Clásica. No obstante, se necesitan nuevos impulsos y continuidad. Cuento, en este sentido, con el apoyo de la Vicepresidencia de Relaciones Internacionales del CSIC, de la que dependemos, en la persona de la vicepresidenta Elena Domínguez, con la que se ha establecido un dialogo muy fructífero en estos primeros meses de trabajo.

Reforzar la investigación, aumentar la plantilla de científicos, mejorar la red institucional… ¿se propone algún otro objetivo?

Los anteriores son prioritarios pero me gustaría que la EEHAR continuase siendo un apoyo estratégico para las misiones de la arqueología española y los proyectos de investigaciones históricas en Italia, una tarea que refleja nuestro estatuto fundacional. Intentaremos fortalecer la presencia española en los grandes proyectos e iniciativas de ámbito internacional que tienen Italia como punto de encuentro. Existen proyectos españoles de excelencia en lugares emblemáticos como Portus, Pompeya o Vila Adriana y la Escuela puede desarrollar un importante papel de apoyo, al igual que hacen las demás escuelas extranjeras en la capital italiana. 

Roma es, además, una cantera interminable de recursos para las ciencias humanas. Y por eso queremos que la Escuela sirva de enlace científico estratégico para poner a disposición de los investigadores todos esos recursos que puedan contribuir al crecimiento de la ciencia española. En definitiva, buscamos que la calidad de la investigación de nuestro país encuentre aquí aliados que la hagan crecer en foros internacionales.

Volviendo a la EEHAR y su historia, ¿qué hace especial a esta institución?

La EEHAR es un centro cuya actividad principal es la investigación en Historia y Arqueología. Las razones por las que se estableció en Roma en 1910 no sorprenden a nadie: la ciudad es reflejo de los grandes procesos que han construido Europa; además, entre España e Italia siempre han existido importantes relaciones económicas y diplomáticas, y en los primeros años del siglo XX una España abierta buscaba afianzar su posición en la vanguardia científica. Se daban las circunstancias propicias. Su creación significaba introducir a España en el circuito internacional de la producción científica humanística, abriéndola a muchos jóvenes investigadores que, gracias a esta institución, pudieron acceder a fuentes y recursos excepcionales. Actualmente, a diferencia de otros centros del CSIC, mantiene un programa de formación posdoctoral proprio con cuatro contratos que representan un elemento fundamental para la formación de jóvenes doctores.

Y cabe destacar que la Escuela es una de las dos sedes que tiene el CSIC en el extranjero. Por este motivo, junto a las funciones propias de investigación, la EEHAR ha tenido también en algunas épocas funciones como Delegación Institucional del CSIC en Italia, siendo siempre un punto de referencia para el conocimiento en este gran campus humanístico que es Roma.

Este año la Escuela está de aniversario, ¿qué hitos destacaría de sus más de cien años de vida?

La EEHAR cumple 110 años, es algo extraordinario. Una institución en el extranjero con esta historia adquiere ya de por sí un prestigio que se ha afianzado con el trabajo de todos aquellos que han pasado por aquí. Su fundación fue todo un reto, una apuesta para facilitar la presencia de investigadores españoles en un contexto rico de figuras monumentales con las que medirse y confrontarse.

Son muchos los momentos relevantes a lo largo de estos años pero destacaría dos. Por un lado, cuando entre los años 1947 y 1950 se creó la Delegación del CSIC en Roma con el cometido de restaurar el papel científico de la institución y los nuevos retos de desarrollo tras la Segunda Guerra Mundial. Y por otro, la gran apuesta que hizo el CSIC entre 2007 y 2014 para adquirir una sede estable para la institución, poniendo fin a décadas de peregrinación por Roma. Ahora contamos con unas instalaciones modernas, adaptadas a las necesidades de los investigadores del CSIC.

En 2019 también se ha cumplido el 25 aniversario del proyecto Tusculum.  ¿Qué representa este proyecto para la Escuela?

Tusculum es el gran proyecto de la Escuela en Italia. Y no solo es el más duradero sino que es nuestro elemento de mayor visibilidad científica, algo que identifica a la Escuela y que permite asociarlo con el CSIC y con España. La continuidad de las investigaciones a lo largo de un cuarto de siglo en esta ciudad al sureste de Roma nos ha permitido adaptar el proyecto a sus resultados científicos y progresar con ellos. La propia Escuela ha avanzado alrededor del proyecto Tusculum, que se ha convertido en el gran laboratorio de formación de generaciones de jóvenes investigadores en la ciencia arqueológica. Y también se han establecido vínculos muy fructíferos con las diferentes instituciones que gestionan el patrimonio arqueológico italiano.

¿Qué destacaría del proyecto Tusculum?

Además de los grandes descubrimientos, como el foro, las termas o la ciudad medieval, lo interesante de este lugar es su capacidad para sobrevivir a todos los avances metodológicos que ha habido en la arqueología y adaptarse a ellos. Desde la investigación tradicional se ha pasado a intervenciones de arqueología global que intentan explicar en su totalidad el contexto urbano, las dinámicas de formación de la ciudad, su interacción con el territorio y la reconstrucción del paisaje. Se ha realizado un esfuerzo añadido para conectar el trabajo científico con la demanda social del entorno, contando con la participación ciudadana y con las distintas administraciones locales. Tusculum ha ido más allá de la arqueología y sigue navegando con buena salud.

Para terminar, ¿cómo le gustaría ser recordado como director de la Escuela?

Como alguien que trabajó con honestidad e implicación. Y que se esforzó para adaptar la institución a la nueva realidad, apostando por nuevos sistemas de difusión de nuestros proyectos y actividades científicas.

La situación vivida durante la pandemia nos ha empujado a replantear nuestra forma de comunicar, de trabajar y de transferir el conocimiento. Creo que podemos obtener interesantes conclusiones de estas nuevas estrategias de comunicación y aplicarlas a la EEHAR para convertirla en una institución más interconectada con los investigadores y la sociedad. Me gustaría contribuir a que esta Escuela siga siendo un referente en el marco de los grandes institutos que operan en Roma en el campo de las ciencias humanas.

 

María González / CSIC Comunicación

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