Una aproximación arqueológica al Convenio Europeo del Paisaje en su 25 aniversario
Investigadores del CSIC hacen balance de la capacidad del convenio para proteger los parajes europeos, que son memoria e identidad para las comunidades que los habitan
Investigadores del CSIC hacen balance de la capacidad del convenio para proteger los parajes europeos, que son memoria e identidad para las comunidades que los habitan
En el año 2000, el Consejo de Europa aprobaba en Florencia el Convenio Europeo del Paisaje (CEP), un instrumento jurídico internacional que nació con el objetivo de “promover la protección, gestión y ordenación de los paisajes” europeos. En la actualidad, el convenio se encuentra ratificado por 40 países, entre ellos, España, desde 2008. Entre los diferentes actos nacionales e internacionales que conmemoran el cuarto de siglo tras la firma del acuerdo, este lunes 15 de diciembre, el Instituto de Historia del CSIC celebra una jornada en la que se reflexiona sobre el impacto del CEP en la protección del paisaje y cómo ha influido en la arqueología y la gestión de nuestro patrimonio.
El CEP surgió en un contexto de interés internacional por la figura del paisaje, su definición y protección, a nivel social, político y jurídico. Previamente, en el año 1992, se incluyó la categoría de “paisajes culturales” en la Convención de Patrimonio Mundial tras la celebración de la 16º sesión del Comité, influida por el deseo de superar la división artificial entre naturaleza y cultura. También en esa década el Consejo de Europa aprobó la Carta Europea del Mediterráneo (1993), antecedente del CEP. Precedieron a estos textos, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, una importante lista de documentos centrados en el patrimonio cultural y natural, que ya mencionaban al paisaje.
Hoy el uso del término paisaje, como un reflejo de una compleja realidad espacial y social, está consolidado, tanto en ámbitos de gestión como académicos, pero no ha sido así a lo largo del siglo XX. En castellano, “paisaje” se ha relacionado tradicionalmente con la percepción visual de un espacio o con su representación pictórica, algo que también ocurría para el término italiano (paessagio), aunque no tanto para el mundo anglosajón (landscape) o el francés (paysage), donde eran vocablos con un significado más extenso. Pero pese a este largo recorrido, en la actualidad la RAE sigue destacando esa percepción únicamente visual del paisaje o, en su segunda acepción, como un “espacio natural”, aunque lo natural no exista en estado puro.
El CEP define el paisaje como “parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos”. Se trata de una definición amplia en la que la percepción no se limita a la vista y el espacio no es solo natural, sino una interacción con la sociedad que le da sentido y forma. Los paisajes son el resultado de las relaciones entre habitantes y su entorno, unas relaciones que influyen en su sentido de identidad y en su calidad de vida.
Los paisajes no solo tienen una dimensión espacial, sino también temporal, ya que son el resultado de esas interacciones a lo largo de la historia. Según la definición recogida en las Directrices Prácticas para la aplicación de la Convención de Patrimonio Mundial, los paisajes “(…) ilustran la evolución de la sociedad y los asentamientos humanos en el transcurso del tiempo”. Aquí entra la Arqueología del paisaje como una de las disciplinas capaces de leer esa evolución e investigar sobre las sociedades que lo habitaron, lo modificaron, lo explotaron y le otorgaron diversos significados.
La Arqueología del paisaje cristalizó a finales del siglo XX, rompiendo marcos tradicionales de la investigación al estudiar los paisajes como realidades complejas y multiescalares, desde lo macro (estructuras mineras y agrarias, infraestructuras, comunicaciones, patrones de poblamiento, fronteras…), pasando por la escala media (ciudades, poblados, lugares de trabajo…) y terminando en lo micro (restos arqueobiológicos, micromorfología, composición geoquímica…). Además, analiza todos estos elementos a lo largo del tiempo, los cambios que produjeron en el espacio y la síntesis que dan como resultado los paisajes actuales y que tiene, como uno de sus objetivos, entender estos paisajes como construcciones culturales.
El CEP ha sido fundamental para el reconocimiento de los paisajes y el compromiso de los países europeos que lo han ratificado en su gestión y protección, más aún cuando la escala de alteración del entorno ha crecido exponencialmente en las últimas décadas, destruyendo muchos de los elementos que habían perdurado en los paisajes.
Durante estos 25 años las administraciones han dado pasos hacia esta protección que, en el caso de España, tras su ratificación, ha supuesto la redacción de un Plan Nacional de Paisajes, recientemente revisado, y el desarrollo de figuras en la legislación autonómica.
Para proteger y gestionar esos paisajes es fundamental identificarlos, tal y como establece el convenio entre sus medidas. Es aquí donde la investigación que nace de la Arqueología del paisaje juega un papel clave, ya que conocer es el primer paso para valorar, transmitir y cuidar.
Damián Romero Perona, Almudena Orejas Saco del Valle y Nekbet Corpas Cívicos son personal de investigación del Instituto de Historia (IH-CSIC).
CSIC Comunicación
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