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Joaquim Garrabou: “Nunca pensé que vería este colapso de especies en el Mediterráneo”

El investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar explica cómo las olas de calor marinas, cada vez más frecuentes, están diezmando las poblaciones de corales

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Las aguas de la Costa Brava y los documentales de Cousteau despertaron la fascinación por el mar de Joaquim Garrabou, investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona. Una atracción que se concretó al investigar uno de los hábitats más emblemáticos y diversos del Mediterráneo: el coralígeno. Quería entender el funcionamiento de estas comunidades con tanta importancia ecológica y descifrar los procesos que las convertían en lugares de tan alta biodiversidad. Sin embargo, en el verano de 1999, tras unas temperaturas elevadas anómalas, se produjo un evento de mortalidad masiva a lo largo de centenares de kilómetros de la costa a unas escalas sin precedentes. Aquello que estaba estudiando se desmoronaba y se vio forzado a reconducir su investigación. A partir de entonces, Garrabou se ha centrado en el estudio del cambio climático en los ecosistemas marinos costeros, siendo ahora uno de los expertos más reconocidos. Desde el inicio tuvo claro que para comprender la magnitud de los efectos del cambio climático era necesario promover iniciativas colaborativas. En este sentido, es coordinador de la plataforma de ciencia ciudadana Observadores del Mar y responsable de la red mediterránea T-MEDNet dedicada al seguimiento de los efectos del calentamiento. El objetivo final de sus investigaciones es contribuir a las estrategias de adaptación al cambio climático promoviendo las Áreas Marinas Protegidas (AMP) y la reconexión de la sociedad con la naturaleza. Recientemente ha participado en un estudio que revela que las olas de calor marinas asociadas a la crisis climática afectan muy gravemente a las dos especies de corales más emblemáticas del Mediterráneo: la gorgonia roja y el coral rojo. En esta entrevista hablamos de todo ello, además de las soluciones necesarias para frenar esta tendencia.

Pregunta: ¿Qué significa que las poblaciones de corales del Mediterráneo están colapsando?

Respuesta: Llevamos observando en las últimas décadas que las poblaciones de gorgonias en este caso, que son un tipo de corales, están perdiendo abundancia, en muchos casos hasta un 80 o 90% de su biomasa. Se trata de una reducción grande de biomasa y colonias a causa del impacto del calentamiento de las aguas y, en particular, al aumento de la frecuencia de eventos de calor extremo en el mar. A estos eventos los llamamos también olas de calor marinas.

P: ¿Por qué estos corales tienen tanta dificultad para recuperarse?

R: Estas especies son longevas, pueden llegar a vivir decenas o centenares de años y tienen unas tasas de crecimiento muy lentas. Un coral rojo, por ejemplo, una de las especies de corales más emblemáticas del Mediterráneo, crece alrededor de un cuarto de milímetro al año en diámetro. Por ello, cuando estas poblaciones están impactadas por alguna perturbación necesitamos mucho tiempo para volverlas a recuperar. De hecho, para tener una colonia de una talla similar a las que había antes de estos eventos extremos, tendrían que pasar entre 60 y 100 años. Las olas de calor o el impacto del cambio climático en el calentamiento de las aguas es una nueva perturbación a la que no están adaptadas estas especies, lo que hace que las poblaciones vayan perdiendo individuos y vayan desapareciendo poco a poco de nuestras costas.

P: ¿Cuánto tiempo han estado desarrollando este estudio y cómo lo han llevado a cabo?

R: Estudiamos estas poblaciones desde hace unos 30 años. Para la elaboración del estudio que acabamos de publicar instalamos unas marcas en las rocas que nos permiten volver exactamente a las mismas zonas y seguir la evolución de las colonias de coral. Empezamos, en este caso, hace más de 15 años a hacer un seguimiento, y volvemos cada año a fotografiar o tomar  medidas directamente in situ para ir reconociendo las distintas colonias, lo que nos permite valorar cómo van evolucionando a lo largo del tiempo.

P: ¿Por qué son tan importantes los corales para los ecosistemas marinos? ¿Qué importancia puede tener para el resto de la biodiversidad que estos animales mueran?

R: El papel más relevante que tienen estas especies de coral es que estructuran los hábitats marinos donde se desarrollan. Sería el equivalente en tierra a los árboles. Si en un bosque desaparecen los árboles, cambia completamente la diversidad y el funcionamiento de ese hábitat, y todas las especies acompañantes que habría en el bosque pueden desaparecer. Es la especie en la que encuentran refugio, alimento, la que les permite realizar sus funciones. Es exactamente lo mismo que está pasando en el mar. Están desapareciendo esas especies estructurales que son la clave de estos ecosistemas, y con ellas podemos llegar a perder otras especies que necesitan  estos árboles marinos para vivir. Pero esto no solo tiene consecuencias para la biodiversidad, también causa un gran impacto sobre los servicios que nos proveen estos ecosistemas. Y es que, en muchos de estos hábitats dominados por gorgonias viven especies de interés pesquero como la langosta o especies de peces como el mero. Asimismo, en estos hábitats encontramos especies que segregan sustancias bioactivas que pueden tener muchas aplicaciones en farmacología o en la industria química. Por ejemplo, recientemente algunas especies que viven en estos hábitats están permitiendo desarrollar medicamentos para luchar contra el cáncer o contra enfermedades como la Covid-19.

P: ¿En qué medida estas olas de calor se están incrementando debido al cambio climático?

R: Efectivamente, en el estudio de las olas de calor marinas estamos observando un incremento de la frecuencia, la intensidad y la extensión de las olas en los últimos 15 o 20 años del mismo modo que pasa en el aire. Esto está asociado al calentamiento del Mediterráneo. Tenemos evidencias de que se calienta hasta tres veces más rápido que la media de los océanos. Este calentamiento no se ha dado progresivamente, sino que se asocia a eventos de calor extremo que van sucediendo y se van intensificando a lo largo del tiempo.

P: ¿Qué implica que el nivel de calentamiento del Mediterráneo sea tan rápido?

R: El Mediterráneo es considerado un hotspot o punto crítico para el cambio climático. En cuanto a la temperatura del aire en la región mediterránea estamos a punto de superar los 1.5 ºC, que es lo que el acuerdo de París establece como límite que tenemos que luchar para no superar. En el Mediterráneo ya estamos en esta tesitura, ya vivimos en un planeta 1,5 ºC más caliente y estamos viendo las consecuencias de estos fenómenos. En el mar pasa lo mismo, es un mar más pequeño, más cerrado y se está calentando mucho más rápido que el aire. Una de las consecuencias es la que hemos explicado en este trabajo: que los eventos de mortalidad  se están extendiendo y tienen una incidencia mucho mayor. No se trata de un fenómeno aislado. En este caso hemos recogido los datos en la isla de Córcega (Italia), pero es un fenómeno que estamos observando a lo largo de todo el Mediterráneo.

P: ¿Qué más cambios están observando?

R: Otro fenómeno que estamos observando es el cambio de distribución de especies. Esto afecta a las nativas, es decir, especies que ya estaban en el Mediterráneo, pero como las condiciones están cambiando, ahora se mueven a zonas que les son más favorables. El problema del Mediterráneo es que las especies de aguas frías del norte del Mediterráneo occidental, donde estamos estudiando, no pueden ir más hacia el norte porque no hay agua y, por tanto, están desapareciendo o reduciendo su abundancia mientras otras especies más afines a las aguas cálidas llegan y colonizan estos espacios. Por otro lado, está la llegada de especies no nativas que se están desplazando rápidamente de este a oeste a través de las migraciones de especies que están entrando por el canal de Suez. Son especies de origen tropical que están colonizando el Mediterráneo porque se encuentran en un mar en el que se pueden desarrollar mucho más tranquilamente, y esto está generando unas transformaciones muy dramáticas en los ecosistemas mediterráneos.

P: ¿Este problema ya afecta a nuestras costas?

R: Estas especies todavía no han llegado masivamente a las costas españolas, pero en las de Israel, Siria o el Líbano los pescadores están pescando peces que no habían visto nunca, y muchas de estas especies están teniendo un papel clave al provocar cambios dramáticamente espectaculares en los ecosistemas costeros. Donde teníamos bosques de algas ahora hay simplemente roca pelada por la presencia de los llamados peces conejo que se comen todas las algas de una manera muy voraz.

P: ¿Cómo se compara esto que les está pasando a las especies del Mediterráneo con especies de corales de otros mares o de latitudes más tropicales?

R: Es exactamente lo mismo. Para el gran público el fenómeno del bleaching o blanqueamiento de los arrecifes de coral ha tenido mucha repercusión mediática porque son ecosistemas muy icónicos, pero es exactamente lo que está pasando aquí. No el blanqueamiento, pero sí la mortalidad o el efecto del cambio de temperatura en la mortalidad de estas especies. No solo afecta a los corales, sino que también puede afectar a esponjas, briozoos u otro tipo de invertebrados, además de a la posidonia oceánica, o a distintas especies de algas calcáreas. Fuera del Mediterráneo, en las zonas templadas, donde se desarrollan bosques de macroalgas como los kelps, también están afectados por el mismo tipo de mortalidades. Se trata de un fenómeno a escala planetaria.

P: ¿Es preocupante la frecuencia de este tipo de eventos de calor marino extremo?

R: Estamos entrando en una etapa donde estos eventos, que cuando empezamos a estudiarlos hace más de 20 años eran  excepcionales y podían pasar cada cinco años, se están volviendo la nueva normalidad. De hecho, en los primeros trabajos que hicimos sobre estos eventos extremos poníamos en el título “sin precedentes”. En los últimos cinco, seis, siete años, cada año vemos estas mortalidades repartidas a lo largo de todo el Mediterráneo. Que este tipo de fenómenos sea la nueva norma como está pasando en los arrecifes de coral es muy preocupante. Los ecosistemas están cambiando a una velocidad muy acelerada delante de nuestros ojos, en lo que dura una vida humana. De hecho, yo nunca pensé que sería testigo de este tipo de degradación o de colapso de las poblaciones. Es algo que cuando empezamos a estudiar estos fenómenos era una conclusión a la que podíamos llegar porque conocíamos la dinámica de estas especies y la consecuencia de este tipo de eventos. Pero tengo que admitirlo, lo escribíamos en los resultados, pero como una hipótesis poco probable a tan corto plazo y de manera tan repetida y acelerada. En todo caso, nunca pensé que sería testigo de lo que está pasando.

P: ¿Cómo se siente al estar documentando y alertando de este desastre medioambiental?

R: Es lo mismo que en tierra cuando hay un incendio. Cuando pasas por delante piensas: “madre mía ¿qué ha pasado aquí?”. En el mar no es tan evidente porque tiene el problema de ser azul. No tenemos a la vista lo que pasa bajo de la superficie, y para mucha gente el mar acaba en la arena de la playa. Si tengo una imagen para describir lo que uno siente cuando ve un bosque de gorgonias que ha sufrido el impacto de un evento de mortalidad masiva, la imagen más evidente para mí es la de un bosque quemado, arrasado en algunas ocasiones. Estamos viendo auténticos dramas que, si estuvieran a la vista la gente, no se podrían obviar. Cuando volvemos a los sitios de muestreo a la isla de Córcega, a veces me pregunto por qué pusimos los transectos en esas zonas,  las que estamos fotografiando actualmente. ¿Por qué pusimos aquí los transectos si no hay coral? Los pusimos porque cuando empezamos había centenares de colonias. Ahora quedan unas pocas. Lo que está pasando es mucho más grave, mucho más dramático de lo que podemos explicar aquí. Es casi como estar delante de un enfermo terminal, sabemos que está sufriendo, y conocemos el remedio, pero vemos que probablemente no va a llegar a tiempo, y sin el medicamento, no va a haber vuelta atrás.

P: ¿Cuál sería el medicamento en este caso?

R: Luchar con todas nuestras fuerzas para evitar el sobrecalentamiento del planeta. Aún hay esperanza, no quiero decir que no haya posibilidades. La naturaleza es muy generosa y muy fuerte. Si le damos las condiciones adecuadas puede recuperarse. Tenemos pruebas de ello a través de las Áreas Marinas Protegidas (AMPs), en las que, al proteger ciertas zonas, si están bien gestionadas, eso favorece la recuperación de los ecosistemas marinos. Y yo me quedo con esto. Hay que contribuir a que las medidas, entre ellas las AMPs, se puedan implementar de manera eficaz para poder conservar la biodiversidad marina que tenemos en el Mediterráneo. El contexto es muy favorable porque actualmente existen los acuerdos para proteger hasta el 30% del Mediterráneo, y de este 30%, un 10% debe estar protegido de manera estricta. Y esto cambia la perspectiva si conseguimos que se implemente de manera rápida y eficaz. El problema es que actualmente solo tenemos un 7% protegido en el Mediterráneo, y de este 7%, menos de un 0,1% está estrictamente protegido, con lo cual tenemos mucho trabajo por delante. Nos tenemos que poner manos a la obra y hacerlo rápidamente.

P: ¿Qué podría hacer una persona que se quede preocupada escuchándole?

R: Una de las tareas es concienciar de lo que está pasando, de que el cambio climático es un problema grave y nos afecta directamente, no es algo lejano que perjudique solo a los osos polares. Tener una sociedad formada es clave para aplicar mejor medidas que se están tomando de transición de modelo energético, etc. A nivel personal creo que debemos entrar en una etapa de moderación. La opción de realizar viajes, está ahí, la tenemos, pero quizá es el momento de preguntarnos: ¿este viaje realmente es necesario? ¿No tengo otra alternativa para disfrutar de mis amigos, de mi familia? Y así con un sinfín de actividades. Si alguien se quiere implicar más, yo tengo la fortuna de ser coordinador de la plataforma de ciencia ciudadana marina Observadores del Mar, que es una manera de que la gente pueda tomar acción y formar parte de la solución. Ciudadanas y ciudadanos de todo tipo pueden dedicar una parte de su tiempo; primero a conocer, y luego a contribuir con sus observaciones a este conocimiento común sobre lo que está pasando para tener una información más completa de cosas tan simples como la distribución de las especies. Hay muchas especies comunes y especies de peces sobre las que aún no tenemos un mapa completo de su distribución. Es como si en tierra no supiéramos dónde están los bosques de pino blanco, a nadie se le ocurre pensarlo. Hay mucho por hacer y los ciudadanos pueden ayudar. Tampoco hay que perder de vista que no podemos permitirnos perder talento y dejar marchar investigadoras e investigadores jóvenes que aquí no están encontrando opciones.

P: ¿Otra solución pasaría por no comer pescado o reducir el consumo?

R: Está demostrado que reducir el consumo de carne o tener una dieta más vegetariana podrá ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El problema con el pescado es que hay muchas especies sobreexplotadas. Aparte del estrés que esto causa sobre los recursos pesqueros, estas actividades degradan los fondos. Por lo tanto, sí. Reducir o tener prácticas pesqueras que respeten más los ecosistemas, evidentemente puede ayudar a la recuperación. El océano ha absorbido un 90% del exceso de calor, está absorbiendo casi un 30% del CO2, pero para eso necesitamos un océano sano, un océano funcional. Intenta pensar en lo que pasaría si no tuviéramos el océano. Nadie se lo puede imaginar, quizás ya no estaríamos aquí. Como dice David Attenborough, “tenemos que encontrar la manera de trabajar con la naturaleza y no contra la naturaleza”. Y esto para mí sí que es la clave del futuro.

Ana Iglesias/ Contenido realizado dentro del Programa de Ayudas CSIC – Fundación BBVA de Comunicación Científica, Convocatoria 2021

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